Encuentro con Roberto Aguirrezabala
Roberto Aguirrezabala reflexiona sobre la historia de Europa en el siglo XX para comprender mejor el mundo actual. Entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914) y la caída de la Unión Soviética (1991), Aguirrezabala delimita el escenario de su ambicioso proyecto Entropía, en el que investiga las revoluciones y los conflictos sociales y políticos protagonizados por personas corrientes que se movilizaron para cambiar el rumbo de su historia personal y social. Antimanifesto es su segundo fotolibro autopublicado e indaga en “los movimientos ciudadanos de reacción frente al poder autoritario”.








Antimanifesto forma parte de una investigación de largo aliento acerca de los conflictos sociales y políticos de la Europa del siglo XX. ¿Cuál es la idea principal con la que das inicio a Entropía y cuál es el aporte de Antimanifiesto al proyecto?
Hace algo más de veinte años, mi trabajo de investigación se centraba en la identidad del individuo: en la construcción de una dinámica de relaciones y un contexto de vínculos sociales de la persona. Eran los albores de internet y se estaban creando las primeras comunidades online. Me atraía poderosamente la situación de la persona frente al enorme compendio de relaciones a distancia, distorsionadas por el anonimato que posibilitaba un alter ego virtual. Provenía de este contexto, pero llegó un momento en el que empecé a desviar mi línea de trabajo hacia un sujeto más político: un individuo que no solo busca relacionarse si no que se posiciona directa o indirectamente dentro de la sociedad. En 2008 se desencadenan las sucesivas crisis económicas que ya conocemos y que sufrimos desde entonces. Es, en ese momento, cuando siento la necesidad vital de analizar el tiempo que me ha tocado vivir; la historia; mi contexto.
En mis obras intervengo desde una perspectiva de memoria histórica. No tanto como historiador, más bien como ensayista, desde las ideas contemporáneas, a los hechos que han trazado la historia. En este escenario en el cual me voy adentrando surge la serie Entropía, y es en 2015 cuando realizo las primeras producciones, que me permiten crear las primeras piezas. Me interesan los momentos de cambio, las revoluciones, los desencadenantes de la historia en el siglo XX. Esos tiempos donde personas corrientes toman el control de los cambios, asumiendo la iniciativa para la construcción de la sociedad. Sigo hablando de identidades, pero ahora el individuo de mi relato se relaciona con la estructura; con el sistema; con el poder.
La serie Entropía abarca todo lo que he producido en los últimos seis años. Son más de setenta obras y dos fotolibros: War Edition (2019) y Antimanifesto (2020). War Edition es un análisis del siglo XX visto a través de sus principales guerras europeas. Planteo el concepto de una guerra infinita, un conflicto que nunca termina y un miedo recurrente desde el poder, que va más allá de 1945. Antimanifesto es una obra que explora las revoluciones izquierdistas surgidas en el seno del comunismo. Estas fueron movimientos, principalmente obreros, que se enfrentaron al poder con distintos grados de violencia. En Antimanifesto hablo de ese sujeto político que quiere construir su relación con la estructura. Precisamente el comunismo trataba de anular la individualidad en pro de una masa anónima y amorfa. Pero esa fuerza inalienable, que se mantuvo latente y marginal al poder, pudo sobrevivir y protagonizar estas sublevaciones.
Has desarrollado tu obra utilizando diferentes objetos históricos, escenarios y modelos, vestuario y maquillaje, dibujos y documentos. Cuéntanos cuál es tu metodología de trabajo y cómo pones en equilibrio los resultados de la investigación documental y la exploración artística como reflexión personal y creativa basada en los hechos históricos en los que indagas.
Habitualmente combino dos estrategias diferentes para abordar cada tema, buscando una conexión entre ambas; un híbrido. Por un lado, accedo a las ideas o hechos históricos desde una perspectiva documental. Esta es para mí la parte fundamental. Cada aspecto que trato en mis obras tiene una base de realidad. Es como decir: los hechos ocurrieron así y fueron interpretados exactamente de esta forma. Recojo información en archivos y sobre todo en textos coetáneos que fueron escritos por los protagonistas de la historia. Me interesa más la interpretación de los sucesos: el análisis que se hace a partir de ellos. Y como necesito tocar físicamente la historia y materializarla de alguna manera, siempre adquiero objetos que hablan de la época: documentos, ya sean enseres personales, equipación militar, símbolos políticos de revoluciones o elementos de uso colectivo de la comunidad, como el dinero. Estos objetos llegan a mis manos con su bagaje de historia y a partir de ahí voy añadiendo capas de nuevo significado, creando otras lecturas más críticas. Estos objetos van entrando en las obras, aparecen en fotografías y progresivamente son intervenidos para terminar convertidos en algo más cercano a la escultura.
Para la construcción de las imágenes trabajo en un set fotográfico con elementos más propios de una producción de ficción, como actores, actrices, maquillaje, vestuario, etc. En mis fotografías, en las cuales aparecen personajes, siempre diseño fondos específicos en cada escena. La pared, sobre la que se apoya la persona fotografiada, es un escenario que siempre contiene numerosos niveles de información. Aquí suele estar representada la época y es el espacio donde se enfrentan las ideas principales. Estas fotografías no son recreaciones, no responden a hechos concretos que sucedieron en algún momento de la historia, incluso el carácter narrativo es casi inapreciable. Prefiero verlo como un proceso fotográfico de corte ensayístico, al que agrego elementos como dibujos, caligrafías, textos y objetos originales, con el fin de plantear ideas y abrir debates. A veces expongo motivos opuestos para enfrentarlos o elementos anacrónicos que dan cuenta del paso del tiempo y de la evolución que ha tenido el relato.
En la sinopsis del libro Antimanifesto señalas que este está compuesto por dos libros entrelazados uno dentro de otro. A un nivel conceptual, ¿en qué consiste esta estructura y de qué modo te ha ayudado a componer el relato principal del libro?
El título Antimanifesto hace referencia a algo opuesto; enfrentado a un dogma. No soy yo quien me posiciono contra un manifiesto, sino que es la historia y sus protagonistas los que han adoptado una actitud de enfrentamiento. El manifiesto al que hago referencia en el libro es el Manifiesto del Partido Comunista que Marx y Engels escribieron en 1847. Y lo que expongo es el mal uso que se hizo de la ideología comunista a lo largo del siglo XX. Entiendo este manifiesto como un texto humanista, social y revolucionario para empoderar a la clase trabajadora, pero también como un tratado filosófico. En el fotolibro, el texto original en alemán de Marx y Engels, está físicamente repartido en varios encartes cosidos al libro principal. Estas páginas están invadidas por imágenes, a modo de escenas minimalistas a escala, que muestran la represión ejercida por el ejército rojo sobre ciudadanos indefensos. Son fotografías con un estilo diferente a lo que he hecho hasta ahora, son más narrativas, más humorísticas y muy irónicas. Hago referencias a revoluciones concretas, como la Primavera de Praga, la caída del muro de Berlín o las Barricadas de Riga, entre otras, en las que se exhibe la terrible violencia que sufrieron estos movimientos insurrectos. La acción de cada escena se desarrolla sobre los nueve ejemplares originales del Manifiesto Comunista de los Países del Bloque del Este. Es mi modo de decir que la violencia la está ejerciendo el ejército rojo sobre el propio Manifiesto Comunista, no solo sobre las personas,. La agresión va mucho más allá: va a la base misma de la ideología.
Ya en las páginas del libro principal analizo con más detalle las principales revoluciones que surgieron dentro de los Países del Este, desde la sublevación de 1953 en Berlín, llegando a los últimos movimientos como la Revolución Cantada de los Países Bálticos, para acabar con la glásnost y la perestroika, que supusieron el desmoronamiento del comunismo. A lo largo de las imágenes del libro puede intuirse un mismo tipo de personaje: personas corrientes en situaciones extraordinarias. Hablo del personal de las fábricas, de estudiantes, de disidentes, en definitiva, de civiles no militares que se ven empujados a ser parte activa en un estrecho diálogo con la estructura de poder. No pueden evitar representar los cambios fundamentales que ha experimentado la historia.
Según tu punto de vista, ¿cuál ha sido la relevancia para nuestra época actual (para las democracias del siglo XXI) el papel que desempeñaron los movimientos ciudadanos de reacción frente al poder autoritario en Europa?
Me quedo con la fascinante idea de que cualquier persona corriente puede protagonizar un acto de resistencia vital para la historia. Por pequeño que sea el gesto, cada uno de nosotros podemos intervenir en el curso de los hechos. Eso es algo que debemos tener presente actualmente, a raíz del peligroso auge de la extrema derecha en Europa. Aunque el arte no pueda cambiar nada por sí mismo, me gusta pensar que al menos puedo hacer visibles determinadas actitudes y recordar hitos históricos, así como lanzar preguntas que desencadenen una reflexión.
Me viene a la memoria una pequeña obra que hice en 2018, de apenas seis centímetros de largo y que aparece en el fotolibro War Edition. Se trata de una intervención sobre un billete original del metro de París de la época de la ocupación alemana, entre 1941 y 1944. Recorté sobre el billete una Cruz de Lorena, el símbolo de la resistencia francesa frente a los nazis. Descubrí que a los parisinos les gustaba recortar sus billetes de metro usados con esta forma y tirarlos al suelo de las estaciones para enfadar a los alemanes. Cualquier persona era capaz de hacer este sencillo gesto sin correr demasiados riesgos. Y aunque pudiera parecer inofensivo, es puro activismo y al mismo tiempo, poesía. Este es, en esencia, el espíritu que he procurado infundir en el fotolibro Antimanifesto.
¿En qué proyectos estás trabajando en la actualidad?
A corto plazo estoy desarrollando varios proyectos, que podrán verse en breve, y que analizan el contexto actual derivado de la covid-19. Hago una comparativa con la pandemia de gripe de 1918 y analizo las consecuencias, tanto políticas como económicas, que se sufrieron hace cien años en una Europa en plena crisis ideológica y económica. Son sorprendentemente numerosas las semejanzas con nuestra época actual.
Y en cuanto a proyectos a más largo plazo, actualmente investigo sobre las resistencias europeas, un complejo entramado de activismo en la sombra que ha luchado contra los fascismos. Un contexto donde estoy produciendo nueva obra y material que podría convertirse en un nuevo fotolibro. Este es el momento más apasionante, cuando todo se encuentra por descubrir.
En esta sección de entrevistas breves, Ros Boisier acerca a nuestros lectores la obra de autoras y autores que poseen un trabajo fotográfico de interés.