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Imagen y palabra, el binomio posible siguiente

Ana Garralón

No es posible construir la sensibilidad sobre una palabra.

Tristan Tzara, Primer manifiesto dadaísta (1918)

La imagen

En 1945 un joven Robert Doisneau viaja a Aixen Provence para hacer un reportaje al ya no tan jovial escritor Blaise Cendrars. Su conexión es inmediata. Más tarde, Doisneau le manda desde París algunas fotos que ha hecho de los suburbios. Cendrars le dice que si tiene más él le escribe los textos para hacer un bouquin. Cuatro años después se publicaría el primer libro de Doisneau La Banlieu de Paris. A diferencia del fotógrafo, que tiene un instante para crear su imagen, quien escribe dispone de tiempo para reflexionar antes de elegir sus palabras. Tradicionalmente la palabra es considerada como un código fuerte frente a los llamados códigos débiles, las imágenes, por estar más sujetas a la interpretación, el contexto. Santos Zunzunegui, en Pensar la imagen (2018), dice:

Los textos visuales —como los escritos o los orales— remiten menos a un estado real del mundo que a un conjunto de expectativas culturales, que autorizan la construcción coherente de un mundo posible.

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