“¿Qué es una obra de arte?” se preguntaba Jorge Oteiza. “Un tema con estructura” se respondía a sí mismo el artista, siempre atento a las formas de encarnación de lo simbólico. Lo estructural resulta una consideración esencial en su desarrollo experimental de su proyecto escultórico, pero no resulta una condición menor en otros ámbitos de creación menos referenciales, pero igual de efectivos: aquellos referidos a los modos de construcción de lo visual y, más concretamente, a su comprensión de los libros como unidades articuladas de significado y mediadores de la complejidad.
“El libro es un fluir de manchas”, anotó Oteiza en uno de sus múltiples manuscritos. Como un Saussure poético, el artista exploró, en muchos de sus libros, la capacidad de generar sentido de este constructo visual, textual y objetual, entendiéndolo como un conjunto de significados, cuya expresión última queda hilvanada a través de los espacios entre formas, entre manchas.…
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