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El horror de retornar: fotografías de la violencia siguiente

Ros Boisier
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Encuentro con Leonel Castañeda

Una tragedia del pasado en una caja negra del presente que sin condescendencias se mueve y se transforma. Una caja negra para examinar la memoria y sacudir la moral ante el horror más explícito que puede soportar la imagen fotográfica. Imágenes (como cuerpos) que retornan para cuestionar el poder, la violencia y la tolerancia de la castigada sociedad colombiana. Caja negra, un aspecto de la violencia, de Leonel Castañeda, tiene esa vocación incómoda que posee toda reflexión crítica sobre temas relevantes. Castañeda confronta al espectador con su lectura sobre la violencia, los atrapa en su caja negra, que es dispositivo y discurso, y los sitúa frente a su propia sensibilidad, ante una de las catástrofes silenciadas más sombrías de la historia social y política de Colombia.

¿Qué es Caja negra, un aspecto de la violencia y por qué entrar en ella y mirar esas imágenes del horror que retornan del pasado?

Caja negra es un contenedor metaforizado que propone un ejercicio de configuración. Es un dispositivo que ubica imágenes, fotografías y testimonios desde una manera de ver y comprender, desde un imaginario distinto al de los documentos que tienen por objetivo reproducir estadísticas e indicadores de la violencia. El proyecto pretende (re)apropiar una memoria y hacerla relevante de manera diferente al libro Un aspecto de la violencia de Alonso Moncada, en el que las muertes son apenas un motivo sumarial: una cifra que no da cuenta de la verdadera dimensión del conflicto.

Caja negra, un aspecto de la violencia tiene un antecedente que considero importante mencionar para tener una mayor compresión de este proyecto. El concepto de caja negra me interesa como dispositivo que almacena los datos necesarios para detectar las causas que anteceden a la catástrofe. Permite saber qué pasó, pero también me brinda la posibilidad de proponer una articulación entre el contenedor y su contenido, operando como dispositivo de memoria, en este caso, contenida en las imágenes. Este fue el punto de partida para tres proyectos: Caja negra, Armero (2015), Caja negra, un aspecto de la violencia (2016) y Un souvenir patriótico (2018).

La tragedia anticipada

En el año 2015 se conmemoraron 30 años de la tragedia de Armero (Colombia), un desastre natural producto del deshielo ocasionado por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que tuvo lugar el miércoles 13 de noviembre de 1985. La avalancha tomó por sorpresa a las poblaciones cercanas, ocasionando la muerte de aproximadamente 23.000 personas; a pesar de que el gobierno había recibido advertencias por parte de múltiples organismos vulcanológicos desde la aparición de los primeros indicios de actividad volcánica en septiembre de 1985. Incluso se discutieron estas alertas en el Congreso de la República un par de meses antes de la tragedia; sin embargo, la urgencia de evacuar a la población fue descartada por el entonces ministro de Energía.

En medios de comunicación de todo el mundo se publicaron los registros visuales realizados sobre el impacto del desastre, evidenciando la insuficiencia de la respuesta del Estado y su incapacidad para reaccionar de forma apropiada, tanto en el momento de la tragedia como en las secuelas que esta dejó. Estos testimonios causaron una gran controversia sobre el grado de responsabilidad del gobierno colombiano en la catástrofe. Este episodio ha marcado la historia del país como un referente de dolor, desamparo e ineficiencia estatal.

El proyecto lo desarrollé a partir del registro inédito del fotógrafo Justo Pastor Velásquez Peña, realizado la noche de la catástrofe de Armero. Las imágenes, que muestran varios momentos de esta tragedia, fueron el punto de partida para realizar una serie de collages: una reinterpretación en términos de vulnerabilidad, dolor y silencio.

Caja negra, Armero, noviembre 13 de 1985 / noviembre 13 de 2015, fue el inicio de un proceso que configura nuevas lecturas del contexto nacional, en el cual cada una de las intervenciones realizadas a partir de este dispositivo confronta al espectador con esas imágenes inadmisibles de la historia de Colombia.

En 2016 se lleva a cabo la segunda intervención: Caja negra, un aspecto de la violencia, que se plantea cómo las imágenes de la violencia en Colombia aparecen y desaparecen; circulan en varias publicaciones de orientación política diferente, sin embargo, en el libro de Moncada, de clara orientación política de derecha, las imágenes son tratadas como una advertencia dirigida hacia el comunismo. Este libro ha sido publicado posteriormente, eliminando las imágenes que acompañaban la primera edición.

El proyecto se llevó a cabo en el contexto del plebiscito nacional realizado el 2 de octubre de 2016, cuando se consultaba a los colombianos sobre su aprobación a los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y la Guerrilla de las FARC. Este tenía como objeto la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Tras la consulta popular, el plebiscito fue rechazado por la mayoría de los colombianos.

¿Por qué mirar las imágenes nuevamente? El lenguaje del arte puede ser ambiguo o directo; recurre a referencias y estrategias visuales de memoria y testimonio, permitiendo la activación de diferentes lecturas en el espectador. En este caso, es evidente que se trata de un diálogo directo entre lo que para mi trabajo ha sido fundamental, que es la vulnerabilidad del cuerpo como campo de diferentes tipos de violencia y la sensibilidad del espectador como una afectación e incomodidad en el propio cuerpo de quien mira. Estas imágenes, que en otros contextos tendrían una lectura lineal, son testimonio de una doble violencia: la física y la mental. Al ingresar al dispositivo, a la caja negra, ya no hay forma de apartarse ni posibilidad de escapar: solo es posible soportar.

El arte en mi proceso es un instrumento de pensamiento crítico que me permite de alguna manera interpretar un mundo complejo y propiciar una dislocación. El cuerpo es algo bastante problemático. Las personas tienen miedo de enfrentar su corporeidad y vulnerabilidad —es casi una negación—, en un país donde la violencia ejercida sobre el mismo es brutal; a todas luces, una situación paradójica.

Reiterar la realidad de la historia de mi país puede afectar radicalmente la parálisis de entender que somos vulnerables como seres vivos. Armero desapareció, pero las imágenes inéditas encontradas veintinueve años después develan la ausencia del Estado. Por su parte, Caja negra, un aspecto de la violencia, plantea la posibilidad de hacer visible a través de imágenes la memoria que se pierde entre los discursos del poder.

¿Cuál fue tu impresión al conocer las fotografías de los campesinos asesinados en los años cincuenta y de qué manera abordaste el visionado, la selección, la edición y el tratamiento de ese archivo, además de la relectura de su historia para proponer un discurso artístico que sea escuchado?

Como he mencionado anteriormente, en mi proceso es fundamental abordar el cuerpo en su vulnerabilidad y las violencias ejercidas sobre el mismo. Ver las imágenes que encontré me acercaron al imaginario de un periodo de la historia de Colombia del que se tienen vagas referencias. Los cuerpos allí registrados, de manera aterradora y cruda, fueron un detonante: una confrontación con una realidad que no ha dejado de ser cotidiana y normalizada en el país.

Las imágenes de la violencia, en muchos casos, son ocultadas. Se supone que no deben mostrarse directamente, que deben camuflarse y sublimarse, para que no sean ‘violentas’; sin embargo, estas permanecen en un estado de latencia: están inscritas en nuestra memoria. A mí no me interesa camuflarlas, por el contrario, me interesa ser directo, afectar e incomodar, generar un malestar que está presente, pero es negado, no como algo moralizante, sino como un individuo que interpreta o reconfigura un contexto complejo.

La selección, la edición y el tratamiento es abordado a partir del encuentro con el libro Un aspecto de la violencia, de Alonso Moncada, que posteriormente me lleva a revisar otras publicaciones alrededor de este tema: Libro negro de la represión. Frente Nacional, 1958 -1974, de Comité de Solidaridad con los Presos Políticos; La violencia en Colombia, análisis del libro, de Miguel Ángel González, S. J.; La violencia en Colombia, de Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna; Libro negro de la represión, 1958-1980, de Jorge Villegas Arango; Mancha de Sangre, de J.M. Prada Cáceres; Asilado político Colombia: violencia y subdesarrollo, de Francisco Posada; 9 de abril: la voz del pueblo, de Víctor Diusabá Rojas y fotografías de Manuel H.; Violentología. Un manual del conflicto colombiano, de Stephen Ferry. De esta manera se ha ido consolidando un archivo paralelo a estudios sobre los símbolos patrios, como la bandera y el himno nacional, y una serie de collages que se van articulando con el fin de construir lecturas no lineales, ni cronológicas, pero que evidencian una distopía.

Hasta el momento has realizado dos instalaciones de este proyecto con diversas variaciones, la primera en 2017 frente al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá y la segunda en el espacio El Dorado, también en Bogotá (2018). Para este año se espera una tercera intervención en el Museo de Antioquia en Medellín. ¿En qué consisten las variaciones?

En realidad, como menciono al inicio del texto, ha tenido tres etapas. Caja negra es un solo proyecto: un dispositivo de memoria, que se va decantando en el tiempo y en el que confluyen otras reflexiones, pero que sigue girando sobre su mismo eje. Un souvenir patriótico (2018), logró reunir y consolidar todo el archivo acumulado durante el proceso.

Caja negra, como dispositivo de memoria, es el principio. Para el proyecto en el Museo de Antioquia venía trabajando sobre el contexto de la ciudad (Medellín), sin embargo, las circunstancias hoy son diferentes debido a la pandemia que vivimos. No obstante, el proyecto sigue en pie y se irá configurando.

¿En qué medida puede contribuir la creación artística a la reconciliación entre el horror de unos crímenes cometidos en el pasado, los familiares de las víctimas y la sociedad en general cuando no hay justicia, sino todo lo contrario? ¿Cuál ha sido tu experiencia con Caja negra en este sentido?

Creo que el arte es generador de espacios de diálogo, encuentro y reflexión. Esto es importante en la medida en que como seres humanos necesitamos de estos espacios para conectarnos de alguna manera con otras realidades y sobrevivir. Mi trabajo no pretende moralizar: es mi interpretación del mundo. Seguramente habrá quienes la compartan o tengan algo que decir al respecto y quienes no.

¿Sobre qué ideas y/o imágenes estás trabajando en la actualidad?

Mi proceso alrededor del cuerpo es constante, se desarrolla a partir de numerosos encuentros (libros de anatomía y prácticas quirúrgicas; manuales de ortopedia, catálogos de instrumentación quirúrgica, libros de historia del arte, imágenes barrocas de mártires y santos, revistas pornográficas y de moda; prótesis de extremidades, instrumentos quirúrgicos obsoletos, corsés, cabezas y cuerpos de maniquíes —entre otros—).Estos encuentros propician que elementos de distintas procedencias coincidan en un mismo y que devengan en símbolos y se carguen de significados. A partir de una especie de taxidermia y clasificación de dichos encuentros según jerarquías y sistemas, se lleva a cabo la acumulación desde la cual se junta, almacena y exhibe el cuerpo como escenario de reacciones contrarias e intensas. De esta manera, el mismo proceso va generando los posibles diálogos.

Podría nombrar la propuesta de intervención con el Instituto Nacional de Cancerología en Colombia, donde vengo recolectando, desde el año 2017, las máscaras de fijación de radioterapia de pacientes, para hablar de la enfermedad y los vestigios del cuerpo. Adicionalmente, estoy trabajando para dos exposiciones en Medellín: El cuerpo de adentro en la Sala U de la Universidad Nacional y el ya mencionado Caja negra con el Museo de Antioquia. Por otro lado, mi proceso creativo me lleva a organizar y articular permanentemente las diferentes recolecciones que realizo.


En esta sección de entrevistas breves, Ros Boisier acerca a nuestros lectores la obra de autoras y autores que poseen un trabajo fotográfico de interés.

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