Hay quien adora la tecnología, hay quien la odia, quien la teme, quien siente ante ella curiosidad, desconcierto, interés, esperanza, amenaza… o una mezcla de todo ello. Por mi parte, confieso haber sentido pereza en la lectura de las primeras partes de aquellas Historias de la fotografía que comienzan describiendo de forma detallada una sucesión de técnicas obsoletas, pero también he ido entendiendo la tecnología como un modo propiamente humano de relacionarse con el mundo. Evitando entrar en profundidades metafísicas al respecto (no tengo el suficiente conocimiento de Heidegger para ello), queda claro que miramos (y vemos) de forma diferente desde que tenemos una máquina de imaginar, y que cada pequeño cambio en su tecnología ha supuesto cambios paralelos en lo que nos es visible, cambios que asimilamos con rapidez y naturalidad.
En el siglo XIX causaron polémica ciertas pinturas (indisimuladamente inspiradas en fotografías) en las que se representaban interiores deformados por lentes con un ángulo óptico mayor que el de la visión humana.…
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