La sociedad hiperconectada en la que vivimos produce una demanda desmesurada de materias primas necesarias para mantener las infraestructuras tecnológicas y la economía de flujos que alimentan el capitalismo neoliberal. El cobre es uno de los materiales que permiten la movilidad sostenida de mercancías e información a nivel global. Por sus características de maleabilidad y conductividad, es esencial para la economía electrificada, los transportes y otros sectores estratégicos. Muchas de las actividades que forman parte de nuestra cotidianidad dependen de redes y circuitos —a menudo invisibles— tejidos con alambre y láminas de cobre. Alrededor de este metal, por su valor de uso e intercambio, convergen múltiples dinámicas de tipo extractivista que conciernen la actividad minera, así como el comercio especulativo en los mercados internacionales. Según el economista ecuatoriano Alberto Acosta el extractivismo puede definirse como un “mecanismo de saqueo y apropiación colonial y neocolonial […] que ha asumido diversos ropajes a lo largo del tiempo y se ha forjado en la explotación de las materias primas indispensables para el desarrollo industrial y el bienestar del Norte global”.…
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