Un pequeño universo de ecos y metáforas
Enrique Lista
La cara visible de Astres Noirs nos muestra enseguida sus dos aspectos más significativos: tinta plateada sobre negro y parejas de páginas unidas en los pliegues de cabeza. Puede que ahí termine, sin embargo, todo lo que este libro tiene de evidente. Aún sin entrar en la cara oculta del asunto, lo que vemos se muestra ya bastante movedizo, un terreno en el que se hunde con facilidad cualquier interpretación, pero vayamos por partes, empezando por las del libro.
Tapa dura, negra como los astros del título y el color de las páginas, que mantienen su borde superior sin cortar y se presentan unidas en la encuadernación. Demasiado alegórica (y a la vez literal) sería la interpretación de esta unión de páginas como símbolo de continuidad entre los dos trabajos fotográficos que se combinan en el libro. Tal continuidad existe, pero no precisa de retórica adicional para ser vista, de modo que la motivación de las inusuales páginas unidas en los pliegues de cabeza puede tener que ver, a la contra, con la voluntad de mantener algo (semi)oculto o de hacerlo desaparecer (aunque solo sea parcialmente).
Después del título y los nombres de los autores, entre las primeras páginas impares, visibles y semiocultas, se completa por fragmentos una frase que incide en la idea de un fundido a negro: “all colors” (página visible) / “disappear” (página oculta) / “whithin black” (página visible).
Sigue una sucesión sin descanso de imágenes en regular y formato cuadrado, en todas las páginas visibles y en alguna de las casi ocultas. La última imagen se queda sola, en página par, acompañada de una página impar vacía (otro fundido a negro, una negatividad a la que el papel blanco no llegaría).
Sección final: notas biográficas enfrentadas de Katrin Koenning y Sarker Protick. La extensión y distribución de los textos hace que las dos páginas se parezcan casi hasta el reflejo. Cierto es que no hay simetría especular, pero la mayor evidencia y connotación de contraste está en otro pequeño detalle: un signo identifica a cada autor en el extremo inferior izquierdo de estas páginas. También lo vemos al pie de cada una de las miniaturas de las imágenes ya mostradas, que ocupan las siguientes cuatro páginas visibles y una página semioculta (aquella que guarda las miniaturas de las imágenes que, a su vez, se escondían en páginas semiocultas anteriores). Ese signo identificador es un círculo, para Koenning es negro y para Protick es blanco (o más bien plateado, en este caso). En algunos calendarios impresos, un signo similar identifica las fechas de luna nueva y luna llena. Otro contraste entre lo visto y lo oculto, entre la luz y la oscuridad.
En algunos momentos de la era analógica de la fotografía, las sales de plata ennegrecidas guardaban algo de su cualidad reflectante. Lo que en aquellas fotografías era plata (negra, pero brillante) sobre papel (blanco), en Astres Noirs es plata (tinta brillante) sobre papel (negro mate). Se diría que esta opción busca la máxima absorción y el máximo reflejo de luz que la imprenta puede permitir: foto-grafía, pura oscuridad mate y pura luz, aunque reflejada. Si vemos el libro con la siempre recomendable luz del día, la luz reflejada será la del sol. El libro se comporta entonces como la luna, apuntando a viejas metáforas de espejos circulares, metáfora a su vez (aunque más reciente) del objetivo de la cámara.
Que las fotografías de ambos autores se hayan tomado con cámaras de teléfonos móviles, que hayan sido publicadas antes en Instagram o que se hayan impreso (no revelado), son argumentos digitales que no evitan que lo analógico se haya desplazado hacia el plano simbólico (de la revelación). Las analogías son los hilos con los que se teje, aquí, una intrincada red de correspondencias. Sigamos con ellas en el lugar en el que la habíamos dejado, la luna y los espejos, para anotar una nueva coincidencia no casual, en este caso apuntada por la etimología: ʻespecularʼ viene de observar los astros con la ayuda de un espejo.
Tiremos algo más del hilo: el espejo es metáfora de la conciencia, herramienta de adivinación, elemento clave en mitos religiosos, revela el karma para los hinduistas o el dharma para los budistas, también engaña por ser superficial e invertir el orden de las cosas… el espejo es en definitiva el símbolo del simbolismo, valga el juego barroco, pues barrocos son todos los juegos de espejos.
Astres Noirs está saturado de estos juegos de correspondencias, continuidades, similitudes, parecidos y analogías. Las fotografías no compiten en sus páginas enfrentadas, de hecho, en ocasiones son del mismo autor y en otras no (que las miniaturas finales indiquen el ego responsable de cada imagen no es mera vanidad). Algunas parejas están trabadas de tal forma que parecen una imagen continua (es necesario mirar varias veces al caballo para darse cuenta de que la imagen anterior no es su lomo, aunque tiene que ver con el), otras muestran sonoros ecos formales (la cascada y las medusas) y a veces los ecos van más allá de lo formal para ampliarse en lo simbólico (la textura de las nubes y de las plumas de la paloma, ambos blancos o de plata, pues en esto también hay correspondencia). Lo micro se parece a lo macro; la energía, al caos; el agua, al mercurio; lo cotidiano, a lo extraño; lo cercano, a lo lejano. Algunas siluetas humanas, saturadas de plata y luz, parecen estrellas, planetas o formas de apariencia celeste casi irreconocibles…, pero nunca del todo abstractas. Lo había apuntado (también) Jeff Wall: la fotografía nunca termina de llegar a la abstracción. El referente persiste o, más bien, la función referencial que se asigna a la fotografía. Siempre se la lee, algo aún más ineludible cuando se inserta en una secuencia y esta sucede a su vez en las páginas de un libro. Tal vez podamos sentir el caos sin forma (y algunas fotos de Astres Noirs están cerca de ello), pero no leemos el caos sin darle forma en el acto (de lectura).
Si lo que leemos son otras reseñas de este libro, parece que su claroscura capacidad de sugerencia, su propuesta de significados flotantes, esa potencia de significación que siempre tiene la ambigüedad de las imágenes (mayor cuando son deliberadamente ambiguas y no solo ambiguas por defecto), hace que las interpretaciones suban con facilidad a los cielos. Tal subida es pertinente, dado lo astral del asunto, pero sin que ello deba implicar necesariamente una interpretación esotérica.
Podemos leer Astres Noirs como cosmogonía e imaginar un relato mítico sobre el origen del universo (se admite toda clase de panteísmo, ateísmo, politeísmo, monoteísmo… siendo las versiones adaptadas de este último lo más habitual en las reseñas)… o podemos leerlo como cosmología, pues el estudio físico del universo sigue usando metáforas respecto a las energías (las fuerzas fundamentales para la física son cuatro, como los elementos) y a la materia (especialmente bella cuando es materia oscura). Podemos, entonces, no leer en términos religiosos sino protocientíficos, pues los límites de la ciencia son aún tan poéticos como hace miles de años. En el momento del origen del racionalismo occidental, por oposición a los mitos (relato que a su vez tiene bastante de mítico), no existía tanta distancia entre filosofía y poesía. La búsqueda de la unidad no implicaba la renuncia a la sensibilidad y al cuerpo en favor de la razón y lo no-vivo. Confrontación milenaria que nos recordaba María Zambrano: la razón domina el mundo, la poesía lo espera, es conciencia sin ansia de poder, pero con la angustia de “estar situado frente a algo que no precisa su forma ante nosotros, porque somos nosotros quienes han de dársela”.
También, Zambrano, señala en el amor platónico un modo de salvar lo sensible, situándolo en un lugar inalcanzable. Astres Noirs encuentra otra forma de eludir la cara censora de Platón: las sombras de las apariencias ya no son denunciables en tanto que sombras, pues la tinta plateada no las hace opacas sino reflectantes. No son sombras, sino luz; tal vez aquella que cegaría a los que saliesen de la caverna. Cuerpos como astros luminosos o como eclipses, ambos parecen responder a aquel antiguo modelo del universo, en el cual el cielo nocturno era una cúpula con agujeros a través de los cuales vislumbramos un gran fuego. Cierto que esto requiere imaginación, pero no es necesariamente una fantasía (distinción clara para Borges, que se decantó siempre por la primera).
Acudamos de nuevo a la etimología para hacer una última consideración, pues ʻconsideraciónʼ se refiere, precisamente, al acto de mirar el conjunto de las estrellas.
Cómo citar:
LISTA, Enrique, “Algunas considerables analogías”, LUR, 28 de junio de 2023, https://e-lur.net/resenas-de-fotolibros/astres-noirs
Reproducciones del libro cortesía de Chose Commune