Las medidas extraordinarias adoptadas por los gobiernos para paliar los efectos de la pandemia de covid —restricciones de movilidad, cese de las actividades productivas no esenciales, distanciamiento físico y social, confinamiento, cuarentena y aislamiento preventivo obligatorio, etc.— provocaron un escenario sin precedentes: la humanidad paralizada por la amenaza invisible, atemorizada ante la incertidumbre, veía pasar la vida desde la ventana y a través de las pantallas mientras la realidad exterior adoptaba vida propia y la naturaleza se tomaba un escaso respiro. Un entorno que fuera de nuestros hogares se volvía desconocido y en el que nuestros cuerpos eran potenciales portadores del virus y propagadores del desastre.
La percepción social de lo que ocurría ‘en el exterior’ parecía rememorar ciertas películas de corte apocalíptico y distópico como Contagion (Steven Soderbergh, 2011) o Melancholia (Lars von Trier, 2011) o series como Black Mirror (Charlie Brooker, 2011) o L’Effondrement (Les Parasites, 2019). Surgieron, así, abundantes imágenes inéditas, muchas difundidas en redes sociales y medios de comunicación, que reflejaban nuestra vulnerabilidad como seres humanos en un mundo que padecía su final: miles de personas contagiadas, supermercados desabastecidos, funerarias y hospitales saturados, entierros masivos, estancamiento económico, personal médico como únicos transeúntes, vegetación que crecía libremente, etc.…
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