Análisis del papel económico, social y cultural de la imagen en red durante la pandemia del covid-19
Si bien aún no hemos averiguado el alcance de la pandemia y su impacto económico, social y ambiental, sí sabemos que todos somos vulnerables a sus efectos. Una vulnerabilidad global compartida que ha comportado un sentimiento de colectividad al mismo tiempo que ha evidenciado las desigualdades arraigadas en el mundo y en el capitalismo, el sistema que lo gobierna.[^1] La designación de algunos de los puestos de trabajo peor remunerados como trabajadores clave, o el desequilibrio sanitario que coloca a la comunidad negra y otras minorías en un mayor riesgo de enfermar y morir a causa del virus, revela la naturaleza discriminatoria del sistema económico en el que vivimos.
Tanto el temor a una aceleración capitalista, como la esperanza de un nuevo proceso de recuperación y reactivación han surgido simultáneamente durante el confinamiento en la primera mitad de 2020. Un momento excepcional en el que las limitaciones de la interacción física han desplazado las relaciones profesionales y personales al espacio online. Mientras las calles se han vaciado, las pantallas se han llenado de reuniones de trabajo, encuentros familiares y quedadas con amigos; y las interacciones se han vuelto necesariamente mediadas por las imágenes en red. La subordinación a sus cantidades, calidades y accesibilidad (características que también se ven limitadas por el desarrollo estructural y tecnológico así como por la legislación de la libertad de expresión de cada país) han condicionado el acceso a actividades esenciales como el trabajo, la escolarización o la sanidad. La dependencia humana de estas tecnologías ha cumplido con aquello que sus creadores anticiparon y sus críticos alertaron, alcanzando su cenit no por su eficiencia o naturaleza exploradora, sino porque el virus parecía no dejar otra opción.
Al mismo tiempo, las instituciones que ‘cuidan’ de las imágenes han cerrado sus espacio físicos, cancelado o pospuesto sus actividades, o las han adaptado a internet. El fuerte descenso del turismo internacional parece poner de relieve las limitaciones del modelo capitalista de gestión de los museos más destacados, en los que la búsqueda de un aumento interminable de visitantes y el desarrollo continuo de estructuras sobre dimensionadas resulta económicamente insostenible. Las instituciones que lograron mantenerse abiertas y activas en internet durante el confinamiento pusieron en marcha una amplia gama de estrategias, mecanismos y experimentos curatoriales en respuesta a la crisis sanitaria. La mayoría de las organizaciones dedicadas a la fotografía habían entendido, hasta ahora, la imagen red como una herramienta de comunicación o representación. Reproducciones de instalaciones y de fotografías impresas se han utilizado como fallidas ilusiones de ‘exposiciones’ online y conversaciones en streaming se han comercializado como innovadoras o experimentales, ignorando la naturaleza interconectada de la imagen en la que se basan. Un enfoque imprudente en una época en la que las empresas privadas y los gobiernos ya están explotando algunas de sus diversas y complejas posibilidades. El amplio despliegue de la producción automatizada de imágenes y su papel en las herramientas de control biométrico o el mayor alcance del capitalismo de la vigilancia, respaldado por las ganancias obtenidas por la Economía de la Atención que ha florecido aún más durante la cuarentena,[^2] son dos claros ejemplos.
Los movimientos por los derechos civiles también se han estado concentrando en torno a las imágenes en red, tal y como demuestra el movimiento internacional contra el racismo y la violencia policial desatado a partir de la documentación y la difusión del asesinato de George Floyd. La circulación viral de imágenes que documentan injusticias puede movilizar. Aún más cuando las relaciones personales, el trabajo, la cultura y la sanidad confluyen a través de los mismos canales y dispositivos por donde circulan esas imágenes. Sin embargo, también se ha demostrado que las imágenes rara vez generan cambios por sí mismas. Las imágenes de violencia contra la población negra en los EE. UU., ya sean fotografías de linchamientos del siglo pasado o el actual aumento de los vídeos de injusticia social y estatal grabados con teléfonos móviles, han servido de bien poco para disminuir el racismo estructural tanto en ese como en otros países.[^3]
El objetivo de La imagen de la pandemia es analizar y cuestionar el papel de la imagen en red durante la crisis de salud global del covid-19. En un momento en que el mundo se ha visto obligado a trasladarse aún más a internet, los artículos escritos por los colaboradores de este itinerario de investigación ayudarán a responder las siguientes preguntas: ¿Cuál es el papel de la imagen en red durante una crisis de salud mundial? ¿Ha cambiado la pandemia el funcionamiento de las imágenes y cuál es el alcance de dicho cambio? ¿Cómo se están adaptando al nuevo escenario las organizaciones, los individuos y los automatismos que interactúan habitualmente con la imagen en red?
La imagen de la pandemia es un itinerario de investigación dirigido por Jon Uriarte.
Los itinerarios de investigación son dirigidos por especialistas con autonomía intelectual que los nutren con artículos escritos por ellos mismos o por un equipo colaborador propio. Cada itinerario responde así a las personas que ocupan su dirección y a las que con sus textos ayudan a darle forma.
[^1] Judith Butler: on COVID-19, the politics of non-violence, necropolitics, and social inequality
[^2] The Virus Changed the Way We Internet, by Ella Koeze and Nathaniel Popper
[^3] When Proof is Not Enough, by Mimi Onuoba