Un acto desesperado de fe
Ros Boisier
Al acelerar el vaivén del columpio, la velocidad se intensifica hasta alcanzar el punto más alto posible; en esa culminación definitoria se darán las condiciones necesarias para arriesgarte al suceder de un impulso y soltarte para volar, al menos por un segundo, mientras tu cuerpo se suspende en el aire. Durante ese tiempo, el silencio sellará ligeramente tus oídos y, ensimismado por la gravedad, te sentirás liviano, vulnerable, libre.
Algo así era para mí volar cuando tenía menos de 12 años. Otras personas, sin duda, han llegado más lejos.
Para Pedro Guimarães su relación con el vuelo es más tangible y distendida que la mía, basada tan sólo en una acción imaginativa tan ficticia como estática. Para él, contemplar desde el aeródromo de Braga a los aviones despegar y a los paracaidistas descender significaría algo más que una tradición o un entretenimiento de fin de semana junto a su abuelo.…
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