No hay nada más humano que otro humano cubriéndose con la caperuza multicolor de la ficción para retratar, desde el punto de vista extraterrestre, lo que tenemos de ‘extraño’ los seres vivos animales racionales: la humanidad. Pero, “es que no conocemos más”, “es que somos así”, “ni nosotros mismos nos entendemos”… podríamos decir. Ejemplos hay miles, pasando por la archiconocida E.T. El extraterreste (Steven Spielberg, 1982); donde nos dimos cuenta de lo importante que era el hábitat para cualquier forma de supervivencia y la auténtica comunicación como lazo insalvable para regresar a la tranquilidad del hogar, casi el noventa por ciento de nuestra felicidad. Pasando por Under the Skin (Jonathan Glazer, 2013); donde aquello en lo que todo ser humano se parece, lo exterior, lo carnal, se convierte en pedazos de alimentos para alienígenas porque a la extraterrestre de este film le están vetadas las condiciones humanizantes internas, por más que lo intenta desde su intelecto foráneo: nuestros pensamientos, nuestras emociones, ‘lo que nos diferencia y unifica’.…
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