Alexander Payne, buen conocedor del cine español, declaraba que quizá Pepe Isbert hubiera sido un actor ideal para Nebraska. También, decía, le habría gustado Fernando Fernán Gómez, aunque este último, apostillaba, quizá hubiera sido demasiado solemne. Tal vez se trató de una concesión al periodista español que le entrevistaba, pero lo que sugiere esa hipótesis es algo que se presiente tras la proyección de Nebraska. Pese a los premios y parabienes que recaen en Bruce Dern, hay algo en su interpretación que impermeabiliza al personaje, una suerte de crujido e incomodidad. Se nos dice cómo es, lo que ha sido su historia, pero entre la información suministrada y la que denota el personaje filtrado por la actitud del actor, se abre un foso insalvable.
Experto en construir personajes con asperezas y espinas, con rugosidades y descosidos, Alexander Payne aparece como un solvente descriptor de la realidad. En este filme, que se ubica en un espacio geográfico en el que se autorreconoce, Payne, como hiciera con A propósito de Smichdt (2003), ofrece como dulce lo que en su espina vertebral desprende desolación. …
Contenido solo para usuarios registrados
Para acceder debes tener una cuenta en LUR
Regístrate y disfruta de toda la experiencia LUR de manera inmediata; no tiene ningún coste. Hazte una cuenta y podrás acceder a todo el contenido de LUR
Si ya estás registrado, inicia sesión